
Acabo de dar con la horma de mi zapato o, en este caso, de mi paladar. Rafa, mi amigo y fundador de la agencia de comunicación Mr. Ríos and Toth me invitó a comer a uno de los restaurantes nuevos de Madrid (y por nuevo no me refiero solo a recién inaugurado, hablo también del concepto). ¡Cómo me conoce! Estoy convencida que este restaurante va a empezar a sonar con fuerza entre los amantes de la cocina creativa, extraordinaria y con un aderezo de extravagancia. Se trata del restaurante Raro Rare y su dueño, Carlos Moreno Fontaneda, de la familia de los galleteros de toda la vida, ha apostado por algo diferente, poco común, …en definitiva, por algo RARO.
Cuando entras en el local lo sientes muy hygge, (término danés absolutamente de moda, que se pronuncia hu-ga y que evoca la calidez, el bienestar, lo acogedor, el cuidado de uno mismo, el slow life) porque tiene el sello de la propia personalidad tranquila y dulce de Carlos y que ya ha manejado con soltura en sus otros locales, Bar Galleta y El perro y la galleta.
Objetos raros pero divertidos, de esos que atesoran las familias, cuelgan de sus paredes y techos. Desde bastones a unicornios de telas inglesas, frascos de farmacia y langostas, una pintura de la diosa Hera y sus animales fantásticos, polvoreras… Todo muy raro, muy mezclado, sí; pero sin perder la armonía. Ayuda a esta decoración tan cálida sus suelos de madera recuperada en espiga, las vigas de hierro y madera y el propio local que lo alberga: un edificio del siglo XIX frente al Museo de Historia de Madrid.
Leyendo la carta, compuesta de platos Rares (crudos o semicrudos, de vuelta y vuelta) apenas procesados y combinados con ingredientes inesperados, la boca se nos hacía agua y allí, en nuestra mesa de mármol y latón dorado, con un vinito de Otazu y junto a un ventanal desde el que divisábamos el antiguo Real Hospicio de San Fernando, comenzamos Rafa y yo a disfrutar de nuestra rarísima experiencia gastronómica.
Unos falsos callos vegetarianos -que son setas-, ancas de rana con mojo amarillo, tacos pibil con carrillera,… y me quedé con las ganas de probar los mejillones sweet chilli con cebolla sobre lima y el tartar de lubina con maracuyá. Pero prometo volver a la calle Barceló 5, con mis amigas las #siempreadieta o con las #yosecualeselrestaurantemascool y degustarlo todo. Lo mejor es que te levantas de la mesa tan liviano como te sentaste y eso, más en el mes de enero que aún estamos soltando el lastre hiper-energético de las navidades, es un gustazo.
Lo recomiendo también para las mujeres casaderas con boda a la vista porque aquí puedes comer y cenar a diario sin miedo a que no te abroche el vestido de novia. Y traerte a todas tus damas de honor, madrinas, padrinos … ¡Os aseguro que después de pasar por el Raro Rare me doy cuenta de que no todo estaba ya inventado!